Desde la antigüedad, pasando por los chinos hace más de 5000 años, los romanos, los egipcios y los griegos, se ha utilizado el agua del mar como una fuente de salud y bienestar. Las propiedades terapéuticas del agua marina han sido conocidas desde la antigüedad hasta nuestros días.
BENEFICIOS DEL AGUA MARINA
A lo largo de los siglos, han sido muchos los estudiosos que han investigado los beneficios del agua del mar para el ser humano. A día de hoy, ha quedado más que demostrado que la composición del agua del mar, formada por zinc, yodo, potasio, además de otros oligoelementos, puede tener un efecto antibiótico, que como ya sabemos ayuda a la cicatrización de las heridas. Otros oligoelementos del agua del mar se absorben en pequeñas cantidades a través de la piel, como el yodo, el calcio o el fósforo, y ayudan a la fijación de estos elementos a los huesos. Por esto, además de ayudar a prevenir lesiones y a mejorar la movilidad, el agua del mar también ayuda a la prevención y el tratamiento de la osteoporosis.
El mar es la principal reserva de minarles del planeta, ya que contiene más de 75 elementos simples que se consideran necesarios para el buen funcionamiento del metabolismo, aunque el más abundante de ellos es el sodio.
También se ha comprobado que nadar en el agua del mar ayuda a relajar los músculos, debido a su contenido en yodo, por lo que los baños en el mar pueden ser beneficiosos para aquellas personas que tengan que realizar rehabilitación debido a una lesión, o que estén pasando por un periodo postoperatorio.
Además de estos elementos, el magnesio que contiene el agua salada ayuda a paliar los dolores reumáticos y a reducir la ansiedad. En este aspecto, un baño en el mar puede ser realmente de ayuda para aquellas personas que sufren de trastornos nerviosos, estrés o depresión.
Respirar el agua del mar también puede ser muy beneficioso para personas con problemas respiratorios, ya que la brisa marina ayuda a nuestros pulmones en la eliminación de toxinas. Por otra parte, la presión atmosférica es mayor a nivel del mar, por lo que hay más partículas de oxígeno, y la oxigenación del cuerpo es aún más activa, por lo que tiene un efecto sedativo que hace reducir el ritmo respiratorio.
Por todos estos motivos, realizar cualquier actividad en el mar (ir a la playa, nadar, practicar deportes acuáticos o salir navegar) no sólo ayuda a reducir el estrés y a mejorar algunas funciones del organismo, sino que además trae consigo otra ventaja añadida: la dosis de Sol.
Como ya bien sabemos, la luz del Sol ayuda a nuestro organismo a sintetizar la vitamina D. Esta vitamina se obtiene tanto por la alimentación como por la radiación del Sol. Sin embargo, se cree que el 90% de la vitamina D que necesita nuestro cuerpo la obtenemos a través de la radiación solar. Esta vitamina es muy importante para nuestro organismo, ya que ayuda a la absorción de calcio en los huesos, y un déficit de esta vitamina podría suponer la aparición de ciertos problemas como raquitismo, osteomalacia y osteoporosis. Los expertos recomiendan tomar el Sol de la mañana al menos 10 minutos al día, aunque esta exposición varía dependiendo del lugar en el que estemos, ya que cuánto más cerca estemos del ecuador, mayor será la radiación. Sin embargo, si vas a tomar el Sol durante más tiempo, no olvides que la radiación solar también puede ser perjudicial y procura proteger tu piel adecuadamente del Sol.
Además de las propiedades beneficiosas que pueden tener tanto el agua del mar como la luz del Sol, la brisa marina también puede aportar ciertos beneficios para el cuerpo humano. El aire del mar viene cargado con iones negativos, y al contrario que los positivos, estas partículas cargadas de energía tienen algunas propiedades para el organismo: ayudan a la relajación y a la producción de serotonina, el neurotransmisor encargado de mejorar el estado de ánimo, además de estar vinculado a otras muchas funciones importantes en el cuerpo humano. A menos de 100 metros del mar, la cantidad de iones negativos en el aire es de 50000 por metro cúbico. Esta cifra es muy alta si tenemos en cuenta que en las ciudades esta cifra no suele pasar de 500.
El agua del mar es también un excelente productor de ozono natural, debido a las millones de micropartículas que lanza a la atmósfera y que actúan como un agente purificador del aire, gracias a su propiedades antisépticas.
Como ya hemos mencionado, nadar, o realizar cualquier deporte o actividad acuática es lo más saludables y lo menos dañinas para las articulaciones, y además presenta otros beneficios. Por ejemplo, la simple inmersión en el agua a una profundidad de 1,30 metros permite equilibrar la presión interna corporal y la presión externa del agua, lo que se traduce en:
–Mejor capacidad respiratoria: al existir una presión neutra, se aumenta la movilidad del diafragma y la capacidad torácica. Esto se traduce en una mayor oxigenación, y un incremento de los glóbulos rojos en la sangre.
–Activación de la circulación: la presión del agua ayuda a facilitar la circulación del retorno sanguíneo, y el movimiento del agua ayuda a mejorar la circulación de la sangre en los capilares.
–Beneficios para el corazón: nuestro cuerpo es hasta 8 veces menos pesado en el agua que en tierra firme, por lo que el esfuerzo del corazón se reduce al mínimo.
–Mejora la movilidad y fuerza articular: como ya hemos mencionado antes, el agua del mar tiene numerosos beneficios para las articulaciones y los músculos. Al realizar cualquier actividad en el agua, nuestras articulaciones no sufren, por lo que es 100% recomendable para las personas mayores, ya que así pueden fortalecer los huesos y músculos mediante el ejercicio con unas condiciones óptimas de confort.
Existe una especie de conexión mística entre los humanos y el agua del mar. Sabemos que nuestro cuerpo está compuesto al menos en un 65% por agua, cuya composición mineral es en gran parte muy similar a la del agua marina. Nuestro suero sanguíneo contiene aproximadamente 9 gramos de sal por litro, y esta cifra se corresponde casualmente con la salinidad original del mar cuando comenzó a formarse la Tierra. El agua es el soporte de la vida, y a pesar de la evolución los humanos aún conservamos esa “memoria” que nos liga al medio acuático y que nos genera esa misteriosa atracción hacia él.